Allende y la utopía

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Allende y la utopía

Publicado por  en septiembre 12, 2013 en MEMORIA |
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Allende y Castro /elmuertoquehabla.blogspot.com

En su participación en la serie de cortometrajes denominados 11’ 09’’01, 11 de septiembre (2002), que muestran versiones personalísimas de directores de diversas partes del mundo sobre los atentados ocurridos un 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, el cineasta británico Ken Loach presenta el texto de un refugiado chileno que recuerda que también un 11 de septiembre, pero de 1973, el presidente socialista en ese país, Salvador Allende, fue depuesto y asesinado –nos gusta pensar que el asunto de su suicidio son puras patrañas– en el golpe militar encabezado por Augusto Pinochet. El país del cono sur sufrió un Estado represor, persecutor, genocida y violador de todos los derechos humanos de sus ciudadanos, desde ese momento y hasta la salida del dictador en 1988, seguido del plebiscito que él mismo convocó para “democratizar” a su país. Miles de torturados, muertos y desparecidos, lo mismo que más de 200 mil exiliados fue el resultado de ese 11 de septiembre negro en Chile. Ahora se habla de que los golpes de Estado y sus gobiernos dictatoriales en esa región, tanto en Chile, como en Argentina, fueron orquestados desde la Casa Blanca a través de la CIA por Henry Kissinger, secretario del exterior estadounidense de 1969 a 1977. Por supuesto, la idea era evitar el avance de la izquierda en esa región y para el caso, en América toda. La “amenaza” cubana y soviética, de acuerdo con los paranoicos gabachos y sus aliados de derecha en el orbe, hacían “necesaria” su intervención para evitar que el “demonio” comunista se instalara en su patio trasero. Sí, aunque no se crea, para muchos gabachos es lo mismo México que Chile, pues para ellos todo es tercer mundo y en todos lados pasan cosas negativas, salvo en su propio rancho miserable. Por tanto, deponer a un presidente insumiso ante los intereses gringos venía bien.

40 años han pasado desde el golpe de Estado y la muerte de Allende, aunque indudablemente esa fecha quedó opacada por el atentado a las torres gemelas en el corazón de la “gran manzana”; de ahí que Loach decidiera realizar un sentido homenaje al “otro” 11 de septiembre. No obstante, el momento demanda poner las cosas en perspectiva y tratar de delinear para nuestros lectores más jóvenes el sentido que tiene recordar tal acontecimiento. Primero que nada habría que dimensionar el caso en el contexto de la época en que se suscita: una que vio el avance del discurso de izquierda, accidentado y tropezado por los movimientos de finales de los 60 y principios de los 70 y donde las figuras de Fidel, el Che y Cuba se manifestaban como el auténtico bastión contra el avance del neocolonialismo de los norteamericanos y el avance voraz del capitalismo a ultranza. Momento crucial plagado de esperanza, donde las voces del canto latinoamericano y de protesta se suman a la reivindicación de pueblos y razas en una América indígena, mestiza y pseudo colonial; pero que a su vez se ven acalladas por la utraderecha y su discurso intolerante y represor. En ese entorno, Allende se convierte en una utopía. Como lo pone Carlos Franz en un artículo llamado “La mala memoria de Allende”, en la revista Letras Libres en 2006, en un fragmento refiriéndose a la grieta que se encuentra en el Palacio de la Moneda desde el golpe de Estado: “Pero también sería posible ver en esa grieta la contradicción del propio Allende y la alianza de gobierno que él encarnó. La brecha entre los revolucionarios pro–cubanos que sembraron vientos y los viejos demócratas chilenos que cosecharon la tempestad. La grieta en su propio programa de gobierno que pretendía experimentar con recetas y remedios radicales, y hasta crear un “hombre nuevo”, a pesar de tener no sólo algunos pacientes, sino más de medio país en contra. La contradicción de querer transformar a una sociedad clasista en otra marxista, sin clases, y esperar que ella se allanaría sin la fuerza de las armas (como se lo advirtió Fidel). En suma, el oxímoron político de ser democrático y revolucionario a un tiempo. Y la antinomia utópica de tratar a la sociedad como a un enfermo al que es imperativo curar, aunque el propio paciente no esté muy seguro de desear tragarse el remedio que le prescriben”.

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Los anteojos de Allende y de fondo el Palacio de la Moneda / radioplaceres.cl

Contradicciones preferibles miles de veces inclusive cuando ellas mismas terminaran por minar su gobierno y llevarlo lejos del propio pueblo que lo encumbró en el poder y que luego lo abandonó ante la embestida brutal de la ultraderecha representada por Pinochet y su camarilla de secuaces. Es un hecho que si un pueblo decide ignorar el llamado a la participación política sobre la intolerancia simplemente mirará hacia el otro lado en momentos de sangre y represión, con el cómodo pero real pretexto de proteger la vida misma. Allende resulta hoy una trágica utopía que vio su fin un 11 de septiembre de 1973, pero que terminó siendo muestra clara de la ignominia dictatorial de todo el final del siglo XX en América Latina… incluido México. Será preferible vivir en la utopía que dejarse llevar por el cinismo tan típico de nuestros tiempos, donde lo mismo da apoyar al Teletón que a la reforma energética y ser un eugenetista trasnochado en época posmoderna al pugnar por una mejor raza diseñada genéticamente donde no tengan cabida “todos esos indígenas que ni español hablan”… aprender sobre Allende y su utopía generará mejores ciudadanos en el futuro. Eso, claro está, si es que no se olvida su nombre…

de israelleon